Una alfombra crujiente, las risas 
y ese viento compañero, soplando a carcajadas,
al compás de dos pares de pies muertos de risa,
todavía repican en las baldosas, 
y de fondo, la melodía ocre y melancólica, 
de esas veredas-mundo,
una tarde cualquiera de Caseros.

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